Por P. José María Rojo, sacerdote de la parroquia San José de Nazareth (Villa María del Triunfo)

Anoche no pude conciliar el sueño. Tres hechos seguidos, en las últimas horas, hicieron imposible eso que generalmente nos regala el coronavirus: sueño placentero al no poder hacer otra cosa que acostumbrarse a hacer nada.

Estuve viendo la enorme repercusión mundial que había tenido la misa del Día del Corpus celebrada por el arzobispo de Lima, monseñor Carlos Castillo con una catedral vacía de gente pero llena con más de 5.000 grandes fotografías de muertos por el coronavirus en el país.

A falta de espacio en las bancas se pegaron en las columnas y en las paredes. La iniciativa del señor arzobispo se convirtió en noticia mundial y un colega había recogido nada menos que 15 enlaces, desde Estados Unidos a Argentina o España, y tan variados como la Conferencia Episcopal Italiana, la Agencia EFE española o el diario londinense ‘The Guardian’. La homilía de monseñor Castillo no tuvo desperdicio y me impactó su afirmación: “…el sistema de salud que más bien es un sistema de enfermedad, porque está basado en el egoísmo y el negocio y no en la misericordia y en la solidaridad de la gente. No en la dignidad de la gente”.

No acababa de leer eso cuando me llama una persona muy amiga desesperada porque no consigue un balón de oxígeno, condición que exige el hospital Almenara para ingresar a un familiar que necesita hacerlo con urgencia. Se me retuercen las entrañas mientras iniciamos llamadas viendo si es posible conseguir el balón. No cuento de lo que nos enteramos en corto tiempo sobre el negocio del oxígeno.

Y traté de relajarme con el Whatsap, pero me topé con un largo reportaje de ojo-publico.com, enviado por otro amigo, sobre una revelación del Ministerio de Economía”: la distribución de los 24 mil millones de soles que suman los préstamos en la primera fase del programa Reactiva Perú de mayo pasado. Impresionante la distribución de los préstamos a empresas de las más variadas ramas (por decir, madereras, minería, farmacéuticas, estudios de abogados, hoteles, manufacturas, comunicación, etc.). La flor y nata del país y de fuera, muchas en manos de los grandes bancos. Y son cuatro de éstos los que acaparan la entrega del 91 %  de los préstamos. La lista de quienes recibieron el tope de 10 millones es para no perdérsela.

Hacía pocas semanas que había escuchado a un economista serio que los bancos y las grandes empresas iban a recibir 100 veces más que todas las PYMES juntas. ¿Será “profeta de calamidades”? me dije. Otros dirían “pájaro de mal agüero”. Pues no ¡sabía de lo que hablaba!

¿Cómo dormir con el amasijo de esos tres hechos? Tendría que ser uno de piedra o de madera. ¿Acaso no tuve la confirmación de que el egoísmo y el negocio han envenenado el sistema todo, no sólo el de salud? No, definitivamente, los pobres no son quienes tienen prioridad en nuestro país. Y no puedo menos que concluir con monseñor Castillo en su homilía, quien después de decir que había “un sabor amargo y duro en estas muertes” dijo también que se viene un momento más duro todavía; sería terrible, concluyó, que en el próximo tiempo los muertos que vengan no sean por el Covid-19, sino porque nosotros no hemos abierto el puño, por el hambre.



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