21 mayo Lima OSEVOZ.- Aunque el país vecino está acostumbrado históricamente a resistir a fuertes sacudidas de tierra, esta vez ha sido distinto. El 18 de mayo todos los obispos de Chile dejaron su carta de renuncia en manos de Francisco.
El jueves 17, después de tres jornadas, concluyó la reunión de los obispos chilenos en Roma convocados por el Papa para reflexionar juntos sobre “los graves hechos que han dañado la comunión eclesial y debilitado el trabajo de la Iglesia de Chile en los últimos años” en referencia a los abusos sexuales por parte de sacerdotes chilenos, como el caso Karadima. Al terminar la reunión Francisco entregó a cada obispo personalmente una carta en la que el Papa precisa que “a la luz de estos acontecimientos dolorosos respecto a los abusos -de menores, de poder y de conciencia-, hemos profundizado en la gravedad de los mismos así como en las trágicas consecuencias que han tenido particularmente para las víctimas”. Enseguida se refiere a “todos aquellos cambios y resoluciones que tendremos que implementar en el corto, mediano y largo plazo, necesarias para restablecer la justicia y la comunión eclesial”. La carta del Papa a los obispos chilenos concluye invitándolos a construir en Chile “una Iglesia profética, que sabe poner en el centro lo importante: el servicio a su Señor en el hambriento, en el preso, en el migrante, en el abusado”.
Por su parte, antes de salir de Roma, Fernando Ramos, obispo auxiliar de Santiago, anunció que todos los obispos chilenos, por decisión unánime, habían entregado su carta de renuncia al Papa para que él libremente decida con respecto a cada uno.
Es un hecho histórico sin precedentes. El Papa acaba de tomar las medidas más severas hasta ahora contra la pedofilia en la Iglesia y le recuerda a la iglesia chilena, y a todas las Iglesias, dónde debe estar un cristiano, un sacerdote o un obispo para encontrar a Jesús: en medio de los pobres, descartados y excluidos. Una vez más comprobamos que solo la verdad nos hará libres y que las medias verdades no conducen sino a la mediocridad y a la perversión. Esperamos que la Iglesia peruana también aprenda esta lección.
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Terremoto en la Iglesia chilena
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