El último sábado 7 de mayo, la población de La Florida, en el Vicariato Apostólico de San Ramón en Perú, vivió la alegría de la santidad reflejada en la nueva beata de la Iglesia Católica, la “Hermana Aguchita” -mártir María Agustina de Jesús Rivas López-.

La religiosa reconocida desde ese día como Beata, fue asesinada en 1990 por un grupo terrorista, por odio a la fe mientras cumplía con su misión pastoral en la Amazonía.

“En ella, el martirio no fue una improvisación sino el holocausto final del amor a su vocación”, dijo el cardenal Baltazar Enrique Porras Cardozo, Arzobispo de Mérida, y Administrador Apostólico de Caracas (Venezuela), enviado del Papa Francisco a la selva central peruana para presidir esta ceremonia.

Su fiesta litúrgica será celebrada cada 26 de septiembre en los lugares y modalidades establecidas por el Derecho Canónico.

Semillas de paz y de amor

“Esta Palabra de Dios, proclamada hoy aquí, se cumple, en nuestra santa, y debe cumplirse también en todos nosotros, llamados a ser fieles seguidores desde estas lejanas tierras de la inmensa selva amazónica, marcados con el sello del amor en todo nuestro ser, físico y espiritual, para seguir siendo, semillas de paz y de amor que se irradien y extiendan por el mundo entero”, expresó el Cardenal Porras en su homilía.

Recordó el cardenal Baltazar Porras que la Hermana Aguchita, “cargada de años, virtudes y añoranzas, aceptó gozosa la obediencia de ser misionera en el Vicariato de San Ramón, a pesar de sus achaques. No lo rehuyó, sino que lo asumió con alegría y entusiasmo”.

El valor de la familia

Además, destacó en la vida de la religiosa de la Congregación del Buen Pastor, la influencia religiosa de su familia: “De allí, el trabajo tesonero y la prioridad que debemos dar a la pastoral familiar, más allá de convencionalismos, y de familias truncadas por tantas circunstancias que nos obligan, no a condenar o desechar, sino al contrario, reivindicar el que ‘con franqueza los condicionamientos culturales, sociales, políticos y económicos, impiden una auténtica vida familiar’ (Amoris Laetitia, 202)”.

Manifestó Porras que lo más impresionante de la vida espiritual de la Hermana Aguchita es que “la contemplación en la acción fue norte de su quehacer cotidiano y se blindó con la exigencia de su congregación de que ‘la muerte no se improvisa, el amor es nuestra vocación”.

Sanar el dolor y el desprecio

El enviado del Papa, denunció el “sin sentido de la violencia” que causó la muerte a la nueva Beata, y a tantas personas en la actualidad.

“Que la guerrilla y la guerra desaparezca para siempre del mundo entero y de esta tierra bendita de la selva amazónica. Seamos capaces de sanar el dolor y el desprecio, asegurando, construyendo lentamente la globalización de la solidaridad sin dejar a nadie al margen”.

Luego exhortó con urgencia a “encarnar la idea de la permanencia de una vida auténticamente humana sobre la tierra, abonada con la exigencia cristiana de asumir la fragilidad y debilidad de la condición humana como una fuerza para la confianza en la acción de la gracia que nos llama a ser constructores de la fraternidad y de la paz”.

Fuente: Querida Amazonía



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