Entre las decenas de imágenes que se darán cita en Trujillo mañana viernes en torno a la Virgen de la Puerta llegarán también las reliquias de los mártires de Chimbote. Francisco nos ha recordado que nuestro Perú es grande porque es tierra de santos y nos sentimos orgullosos de ello. Pero también debemos sentirnos orgullosos de nuestros mártires. Miguel Tomaszek, Zbigniew Strzałkowski y Alessandro Dordi son los primeros mártires del Perú de este siglo XXI. El Papa los beatificó en 2015.
Esos tres beatos de hoy no fueron los únicos que fueron asesinados por su fe durante los años de la violencia terrorista. El primero fue el Padre Vicente Hondarza, 1983, la policía encontró su cadáver en un barranco, pero había evidentes señales de tortura previa. Luego Sendero Luminoso asesinó en La Florida, en 1990, la Hermana Agustina Rivas, del Buen Pastor; la acusaron de “hablar de paz”. En el 1991 Sendero asesinó a la Irene Mc Cormack, religiosa del Sagrado Corazón; la acusaron de “distribuir alimentos que embrutecen al pueblo”. Otro caso más fue el del joven Jorge Luis Cerrón, de 22 años, estudiante de Agronomía en Huancayo, miembro del equipo de la pastoral universitaria y de las CVX. No todos ellos nacieron en el Perú, pero son “nuestros” mártires porque hicieron voluntariamente del Perú su hogar y porque los peruanos sencillos que tuvieron la suerte de conocerlos, los amaron y los sintieron “de los suyos”.
Los beatos y los santos suelen ser presentados siempre como modelos que nos dan ejemplo de vida cristiana. De Vida, sí. En eso fueron ejemplares Miguel, Sandro y Zbigniew, Agustina, Jorge Luis y los demás: en vivir haciendo el bien, en su servicio a los más humildes. Lo que los hizo beatos y grandes cristianos no fue su muerte, sino su Vida. Murieron como vivieron: amando y sirviendo a los demás; y por eso los mataron. Esa es la lección que nos dejan: nadie puede elegir cómo morir, solo podemos decidir cómo queremos vivir.
Perú, tierra de santos y mártires.doc
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