“Es urgente que ahora nos hagamos cargo de los que tienen hambre de comida y de dignidad, de los que no tienen trabajo y luchan por salir adelante. Y hacerlo de manera concreta, como concreto es el Pan que Jesús nos da. Hace falta una cercanía verdadera, hacen falta auténticas cadenas de solidaridad. Jesús en la Eucaristía se hace cercano a nosotros, ¡no dejemos solos a quienes están cerca nuestro!”. De esta manera, se ha expresado, la mañana del domingo 14 de junio, el papa Francisco en la misa con motivo de la Solemnidad del Corpus Christi, celebrada en una Basílica de San Pedro con aforo reducido debido a la pandemia del Covid-19.

Durante su homilía, el Papa se ha centrado en el valor de la Eucaristía para los cristianos. “La Eucaristía sana nuestra memoria cerrada. Las heridas que llevamos dentro no solo nos crean problemas a nosotros mismos, sino también a los demás. Nos vuelven temerosos y suspicaces; cerrados al principio, pero a la larga cínicos e indiferentes. Nos llevan a reaccionar ante los demás con antipatía y arrogancia, con la ilusión de creer que de este modo podemos controlar las situaciones. Pero es un engaño, pues solo el amor cura el miedo de raíz y nos libera de las obstinaciones que aprisionan. Esto hace Jesús, que viene a nuestro encuentro con dulzura, en la asombrosa fragilidad de una Hostia. Esto hace Jesús, que es Pan partido para romper las corazas de nuestro egoísmo. Esto hace Jesús, que se da a sí mismo para indicarnos que solo abriéndonos nos liberamos de los bloqueos interiores, de la parálisis del corazón”, ha indicado.

El Pontífice ha comenzado su sermón indicando que “la Sagrada Escritura se nos dio para evitar que nos olvidemos de Dios”. Y ha exclamado: “¡Qué importante es acordarnos de esto cuando rezamos!”. “Es fundamental recordar el bien recibido –ha continuado–: si no hacemos memoria de él nos convertimos en extraños a nosotros mismos. Sin memoria nos desarraigamos del terreno que nos sustenta y nos dejamos llevar como hojas por el viento. En cambio, hacer memoria es anudarse con lazos más fuertes, es sentirse parte de una historia, es respirar con un pueblo. La memoria no es algo privado, sino el camino que nos une a Dios y a los demás. Por eso, en la Biblia el recuerdo del Señor se transmite de generación en generación, hay que contarlo de padres a hijos”.

Jorge Mario Bergoglio se ha detenido en este momento para hacerse una pregunta: “¿Qué pasa si la cadena de transmisión de los recuerdos se interrumpe? Y luego, ¿cómo se puede recordar aquello que solo se ha oído decir, sin haberlo experimentado?”. Y ha respondido: “Dios sabe lo difícil que es, sabe lo frágil que es nuestra memoria, y por eso hizo algo inaudito por nosotros: nos dejó un memorial. No nos dejó solo palabras, porque es fácil olvidar lo que se escucha. No nos dejó solo la Escritura, porque es fácil olvidar lo que se lee. No nos dejó solo símbolos, porque también se puede olvidar lo que se ve. Nos dio, en cambio, un Alimento, pues es difícil olvidar un sabor. Nos dejó un Pan en el que está Él, vivo y verdadero, con todo el sabor de su amor. Cuando lo recibimos podemos decir: ‘¡Es el Señor, se acuerda de mí!’”.

Para Bergoglio, “la Eucaristía no es un simple recuerdo, sino un hecho; es la Pascua del Señor que se renueva por nosotros. En la Misa, la muerte y la resurrección de Jesús están frente a nosotros. Haced esto en memoria mía: reuníos y como comunidad, como pueblo, celebrad la Eucaristía para que os acordéis de mí. No podemos prescindir de ella, es el memorial de Dios. Y sana nuestra memoria herida”.

Fuente: Vida Nueva 



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