Ya otras veces hemos agradecido al coronavirus por ciertas cosas. Hoy una más. Monseñor Cristóbal Mejía fue nombrado obispo de Chulucanas (Piura) a comienzos de abril, en plena pandemia. Obviamente no pudo subir al norte ni ser consagrado obispo ni menos a “tomar posesión” de la diócesis. Se quedó esperando en su parroquia de Cristo El Salvador, en Villa El Salvador.
Pero poco tiempo después se contagió del coronavirus. Ha estado más de dos semanas aislado y en tratamiento en la Villa Panamericana y otras dos semanas aislado, en otra parroquia de Villa el Salvador. Y la buena noticia es que el pasado 22 de julio lo tuvimos ante las cámaras,en nuestra primera reunión virtual de presbiterio.
Por supuesto que monseñor Carlos García le pidió que nos dirigiera unas palabras y él, muy agradecido ,compartió su doble experiencia: de paciente en espera y de la enfermedad. También dijo sus primeras palabras cara al futuro.
Todavía más motivo de gratitud: convaleciente aún, participó en la reunión el P. Luis Núñez del Prado, uno de los primeros –si no el primero- internados por COVID-19 en el Rebagliati, y con un mes sedado. Lentamente se va recuperando y nos motivó con su alegría.
Con información del P. José María Rojo, miembro del Observatorio Socio Eclesial “Signos de los tiempos”
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