“El Señor no nos abandona, Él ha sufrido como nosotros, es la Palabra sencilla y humilde que nos sostiene para disipar las tinieblas de la agresión de la variante brasileña y de la variante peruana de la indiferencia y las ambiciones que nos dividen, en vez de unirnos”, lo dijo monseñor Carlos Castillo, arzobispo de Lima, durante su homilía en la Misa de Domingo de Ramos.
En su homilía, monseñor Carlos Castillo recordó que el Señor tiene una Palabra de aliento para nuestro pueblo abatido: “solo así, desde su compañía delicada, sencilla y tierna, en la médula de nuestra crisis, la Iglesia, igual que Jesús, nos ayuda a conducirnos con su amor a nuestra resurrección como Perú”.
En el Domingo en que se recuerda el ingreso de Jesús a Jerusalén, el arzobispo de Lima recordó que Jesús preparó, conscientemente, otro gesto gratuito, sencillo, generoso: En medio del recuerdo de la salida liberadora de la opresión egipcia, en la fiesta de pascua judía, Jesús actualiza en una casa su sentido liberador.
“Se ofrece como cordero por amor, en una fiesta en que lo habían decidido asesinar. Es decir, en una Jerusalén que había convertido la pascua judía en un rito que obligado para a llenar las arcas de los sacerdotes, y en el que se planeaba la muerte de un inocente, Jesús prefiere donarse sin matar a nadie”, recordó.
Así, nuestra Eucaristía, afirmó el Prelado, quedó para siempre como el gesto del regalo vivo de su Cuerpo y de su Sangre para fortalecernos mediante el signo del compartir el Pan y del Vino.
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