Por Javier Jahncke
La última semana, nos ha dejado una serie de frases célebres ya, como reacción de las y los indebidamente vacunados contra el COVID 19, frente al escándalo de conocimiento público por que no eran personas que estaban incluidas en la primera fase: ”el error de mi vida”, no me puedo dar el lujo de enfermarme”, “he sido consultor en tema éticos”…
Funcionarios/as públicos, empresarios/as, políticos, médicos, representante eclesiástico, personas que asumen diferentes roles sociales cayeron en la “tentación” de las vacunas, como diría en su homilía el nuevo Obispo Auxiliar de Lima, Mons. Guillermo Cornejo, aludiendo al evangelio del primer domingo de Cuaresma, sobre las tentaciones que vivió Jesús.
Pero que puede haber impulsado a estas personas, que conocen del nivel de responsabilidad que tiene a nivel político y social, a tomar esta decisión, involucrando incluso en ella, ¿en algunos casos a sus familiares? ¿Qué interés de fondo hay en hacer de la vacunación y en la venta de oxígeno un “negocio”? …
Al respecto Papa Francisco en plana pandemia, nos ha alertado: ”el riesgo es que nos golpee un virus todavía peor, el del egoísmo indiferente”. Ese “virus” se difunde en la sociedad “al pensar que la vida mejora si me va mejor a mí, que todo irá bien si me va bien a mí”.
Esa es la tentación de la forma de relacionarnos que hoy tenemos, del sistema económico que como ha dicho Papa Francisco “ya no se aguanta”, que nos hace pelear en la vida individualmente, como emprendedores, donde el logro personal es la meta, y no hay una perspectiva de conjunto en salir adelante juntos, en un logro como país, como sociedad. Esta situación está muy presente, y con mayor acento en plena pandemia frente a la lamentable falta de oxígeno, falta de camas de hospitalización y UCI, y ahora ante las vacunas.
Al respecto Papa Francisco ha citado que “el coronavirus no es la única enfermedad que hay que combatir, sino que la pandemia ha sacado a la luz patologías sociales más amplias”, como “la visión distorsionada de la persona, una mirada que ignora su dignidad y su carácter relacional.” Una mirada de los otros como objetos, para usar y descartar, que “fomenta una cultura del descarte individualista y agresiva, que transforma el ser humano en un bien de consumo”[1].
“La pandemia, -dice el Papa- “ha puesto de relieve lo vulnerables e interconectados que estamos todos. Si no cuidamos el uno del otro, empezando por los últimos, por los que están más afectados, incluso de la creación, no podemos sanar el mundo”[2].
¿Qué tanto estamos preocupados por sanar el mundo, o por sólo sanarnos o “salvarnos” de manera personal? ¿Acaso aún no entendemos que, si no estamos todas y todos vacunados, y tenemos el mismo acceso al oxígeno medicinal, si no estamos todas y todos unidos con un mismo objetivo, no podremos lograr superar al COVID 19 en nuestro país?
La sensación que queda es que los cargos públicos, la política, el poder empresarial, brindan poder para una mejora o “salvación” o “sanación” personal, familiar o de los amigos, sin asumir y vivir el verdadero objetivo que debe tener el servicio público, la responsabilidad social como empresa, el cargo al interior de instituciones eclesiásticas, que es el estar siempre al servicio del bien común, el tener “al prójimo”, “al otro/a como centro.
Que esta cuaresma que iniciamos hoy, nos permita asumir la responsabilidad necesaria frente a nuestros actos. Si hemos fallado, como planteaba Monseñor Cornejo en su homilía, “mucha oración para una verdadera conversión, si hemos pensado en nosotros mismos, egoístamente, debemos comenzar una nueva vida”, pero también debemos asumir nuestra responsabilidad frente a la sociedad y a las familias y personas que se quedarán sin vacuna, y que son parte de la primera línea y de la primera fase de la vacunación, y debemos asumir las consecuencias que nuestras decisiones conllevan.
Extraído de CEAS
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