Del 31 de mayo al 02 de junio, el Papa Francisco visitó Rumania, país que rompió vínculos con la Santa Sede después de la Segunda Guerra Mundial. En la actualidad el 85% de pobladores se declara ortodoxo y el 7% solo como católico (aproximadamente 1,4 millones de fieles, que incluyen a los que pertenecen a la Iglesia greco-católica o uniata).
Bajo el comunismo, desde 1948, varios sacerdotes y fieles que residían en Rumania fueron encarcelados y ejecutados. Sin embargo, muchos conservaron sus ritos en secreto hasta 1989, cuando el líder comunista, Nicolae Ceausescu, fue derrocado. Por ello, en la homilía papal celebrada en la ciudad de Sibiu y en la que participaron alrededor de 60 mil personas,el Papa beatificó a siete obispos greco-católicos apresados, torturados y muertos durante la dictadura comunista en Rumania.
Los nuevos beatos, quienes en palabras de Francisco fueron los “testigos heroicos del Evangelio y de la paz”, son Iuliu Hossu, Vasile Aftenie, Ioan Bălan, Valeriu Traian Frenţiu, Ioan Suciu, Tit Liviu Chinezu y Alexandru Rusu.
Por otra parte, durante su breve visita, Francisco dejó en claro los siguientes puntos:
En primer lugar, explicó que “la Iglesia Católica no es extranjera y participa plenamente en el espíritu nacional romano”. Bajo el lema “Caminar juntos”, Francisco dijo que eso se demuestra en la participación de sus fieles en la formación del destino de la nación, en la creación y el desarrollo de estructuras de educación integral y formas de asistencia, típicas de un Estado moderno.
En segundo lugar, dirigiéndose a la Iglesia ortodoxa rumana, manifestó que reavivará la memoria de la comunión, ya que “el recuerdo de los pasos que hemos dado juntos nos anima a continuar hacia el futuro siendo conscientes de las diferencias, pero, sobre todo, con la acción de gracias por un ambiente familiar que hay que redescubrir”.
Asimismo, se refirió a que cada vez que se reza el Padrenuestro, los rumanos se unen también a la experiencia de amor y de intercesión de Jesús. “Esta plegaria es la invitación a que lo mío se transforme en nuestro y lo nuestro se haga oración”, añadió. De igual forma, destacó que “cuando ritos diferentes se encuentra, acontecen grandes cosas”. Con esta frase, impulsó a que los rumanos sean promotores de una cultura del encuentro, que desmienta la indiferencia y la división. De otro lado, invitó a que transformen el rencor en una oportunidad de comunión, para construir “una fraternidad real”, así como también invocó a todo el pueblo de Rumania a caminar juntos, en un diálogo entre jóvenes y abuelos.
Finalmente, Francisco pidió perdón a los gitanos rumanos por “haberlos maltratado”. Francisco se reunió con familias y niños de la comunidad romaní de Blaj y pudo compartir el testimonio de un sacerdote greco-católico gitano. Según los últimos datos, en Rumania actualmente hay más de 600.000 gitanos, que representan alrededor de un 3% de la población rumana.
Fuente: Buena Voz
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