Por José María Rojo*

El lunes 19 de Julio de 2021, por fin, el Jurado Nacional de Elecciones, pudo dar los resultados finales de las Elecciones Generales realizadas el 6 de Junio y proclamar ganador al profesor PEDRO CASTILLO TERRONES. Lo que siempre se realizaba en la segunda quincena de junio, esta vez hemos tenido que esperar hasta esta fecha para saber lo que ya todos sabíamos… Pero la otra candidata, la señora Keiko Fujimori, y sus incondicionales aliados se empeñaron en hacer esperar a todo el país con mil y una tretas, mil y una leguleyadas (incluso con amenazas reales de golpe de estado y reclamos inconsistentes y extemporáneos a instancias internacionales). Obviamente el perjudicado ha sido el país, el Perú entero, al verse privado de una transición y transferencia oportunas de poderes, cuando el gobierno actual mostró todos los deseos de hacerlo sin ninguna traba.

Es hora de hacer algunos comentarios y un mínimo balance:

El mapa postelectoral

La segunda vuelta nos ha dejado un país divido en dos mitades (numéricamente hablando, aunque bien es sabido, por los resultados de la primera vuelta, que entre ganador y perdedora no llegan a representar al 30 % de los ciudadanos del país).

Pero lo más impactante es que el mapa dividido refleja, de un color, todo el país pobre, marginado y sentido a sí mismo olvidado y ninguneado. Toda la sierra y la inmensa mayoría de la selva más un sector de la costa sur. De otro color, Lima, la capital (con un tercio del electorado) y la considerada “costa moderna y desarrollada”, desde Ica hasta Tumbes, en la frontera con el Ecuador.

Habría que estar ciegos y sordos para no sentir que “el Perú pobre”, con su voto ha dicho “¡basta!” al otro Perú.  No escuchó todas las mentiras y verdades a medias de la prensa televisiva, radial y escrita (la gran mayoría del lado de los poderosos) ni la apelación al miedo del comunismo, a las acusaciones de “terruqueo”, a las sospechosas compañías de Castillo, a las falaces ofertas populistas de la última semana de campaña… No escuchó nada y dijo su palabra final el día de las elecciones, calladamente, silenciosamente…

Es un hecho que nos debe hacer pensar, sobre todo ahora que estamos en vísperas de celebrar el Bicentenario de la Independencia. Digámoslo claro: el Perú pobre nos ha dicho que no ha habido independencia real y que sus habitantes han sido, por dos siglos, excluidos de esa libertad real y esa igualdad que se suponía iba a traer la independencia. Que las riquezas de este inmenso país (casi dos veces y media más grande que la metrópoli española), se han quedado solo para unos pocos y que el famoso “chorreo” -si lo ha habido- en Lima y la costa caía para abajo y llegaba alguito a todos, mientras que en el resto del país iba hacia arriba y caía luego en los bolsillos de los pocos privilegiados.

Los dueños del país

Mucho hemos recordado al gran Carlos Malpica y su inmortal libro Los Dueños del Perú durante este tiempo. Y es que los grupos de poder que rodearon a la señora Keiko F. solo han mostrado una cara: con toda prepotencia nos han hecho ver que se consideran los dueños absolutos del país: económica y políticamente, acaparando los medios y redes de comunicación, el marketing, incluso religiosamente hablando… Han dejado de lado sus grandes diferencias, han tapado con un dedo todo el pasado de injusticias y corrupción… han querido mostrar que eran también los dueños de la verdad y que no había otra.

Muy especialmente lo hemos visto en las largas semanas que han seguido al 6 de junio: no solo no han aceptado el claro resultado de las Elecciones, sino que han recurrido a todas las leguleyadas y trucos que su poder les permitía (eso, tenían todo el tiempo, todo el poder y todo el dinero del mundo a su disponibilidad) para imponer a su candidata, para voltear los resultados, para anular las elecciones, para presionar de diversos modos al poder ejecutivo, para amenazar con un real golpe de estado, para acudir a instancias internacionales (observadoras, antes, de los comicios). Ellos -y solo ellos- vieron un fraude masivo el día 6 de junio en favor de Pedro Castillo y P.L. Posible solamente o aceptando que los ganadores son omnipotentes -más que Dios para corromper y comprar, en tiempo record, a todo el mundo- o acusando a todos (los miembros de mesa, los personeros de ambos lados, la ONPE y el JNE, los observadores internacionales…) de haber sido sordos y ciegos ese día, para no ver el gigantesco fraude…

Vergonzoso, por decir lo menos, el papel de todos los grupos de poder manteniendo hasta ayer (algunos lo siguen manteniendo) su teoría del fraude y otras para no aceptar humilde e hidalgamente que no lograron convencer a la mayoría y que perdieron las elecciones. Somos indulgentes calificando esa actitud de “vergonzosa” pues lo demostrado es mucho peor: a nadie se le oculta que solo les ha importado sus intereses y que para nada les ha preocupado ni dolido el Perú que se debate entre la Vida y la Subsistencia frente a esta pandemia que nos azota y cuyos negativos efectos -no cabe duda- mucho se deben también a su egoísmo de clase.

Los medios de comunicación

Soy sacerdote-comunicador y muchas veces en este tiempo no solo me he sentido avergonzado sino profundamente dolido por la actitud de mis colegas. Sí, se bien que no todos escribían o decían lo que sentían, sino lo que sabían querían aquellos que les pagaban (“¡qué triste es tener que hablar por donde se come!”); pero no deja de ser triste y vergonzoso el rol jugado por el grueso de la prensa (televisiva, escrita y radial -ésta un poco menos-) durante todo el largo proceso electoral.

Todos tenemos claro que el papel de los medios debe ceñirse a la objetividad, que deben tratar de ajustarse a la verdad y la justicia. No tenemos derecho a pedir “imparcialidad”, pero sí “objetividad” -son cosas distintas y necesarias-. No ha sido así, por desgracia: se ha impuesto el interés de los dueños, el dinero y el poder de diverso tipo. Muchos de mis colegas se prestaron a todo, consciente o inconscientemente, muchas veces contra su voluntad, a sabiendas que mentían o que decían verdades a medias para confundir más.

Sí, hemos de reconocer que ha habido -hasta el final- unos pocos periodistas que han defendido la verdad contra viento y marea, que han arriesgado su cargo, su carrera y su prestigio en favor del pueblo al que pertenecen. Quizás más -y en la prensa radial- en el interior del país; también a nivel nacional ¿Qué hubiera sido de ellos si hubieran logrado imponerse la candidata opositora y los grupos de poder? ¡Seguro que no les hubieran perdonado! De momento -solo de momento- pueden respirar.

Irritante ha sido la actitud general en las dos últimas semanas exigiendo al señor Pedro Castillo “que se definiera”, “que adelantara nombres”, “que se pronunciara sobre esto y aquello”, “que deslindara con el señor Cerrón”… pidiéndole TODO a quien aún no podía llamarse presidente. ¿Por qué, nos preguntábamos, no apuntan todas sus baterías a obligar a la señora Keiko y sus aliados a que dejaran de dañar al país, a que cesaran con sus leguleyadas, a que reconocieran de una vez la victoria del justo ganador y ello le permitiera ser proclamado presidente? Entonces sí, con todo derecho, exigirle -críticamente- claridad en sus posturas y actitudes. Ahora, ni con las justas, va a tener tiempo material de hacer la transferencia de poderes de un gobierno a otro.

Esperemos que toda esa prensa -engañada, manipulada, comprada…- rectifique y ayude en esta etapa final hasta el 28J  y en los primeros tiempos de P. C. y su equipo de gobierno. Harían bien mis colegas en pensar que -lo repetimos- si fracasa el gobierno de P.C. fracasa el Perú y fracasamos todos. Lo que no significa dejar de ser críticos.

El rol de la Iglesia Católica

Me limito a ella por ser mayoritaria en el país. Es muy larga ya la tradición en América Latina asumiendo, como Iglesia, la “Opción Preferencial por los Pobres”. Más aún, con alegría recibimos el 2007, en Aparecida-Brasil, el espaldarazo de parte de Benedicto XVI que nos dijo claramente que esa opción era parte integrante de la fe en Jesucristo, que no se podía ser seguidor de Jesucristo ni pertenecer a su iglesia sino se asumía, en teoría y en la práctica, la opción por los pobres (Discurso Inaugural 3, DA 392).

Y no basta con proclamarlo: hay que concretarlo en la práctica. El papa Francisco dedicó todo un capítulo -el II- de su encíclica Fratelli Tutti, a explicarnos y sacar consecuencias a la parábola del Buen Samaritano, como criterio para definir si somos o no verdaderos seguidores de Jesús. Según esa parábola -central en el mensaje de Lucas y de todo el N.T.- no podemos buscar el criterio definitivo ni en nuestras creencias y dogmas, ni en nuestras devociones y liturgias, ni en el cumplimiento de normas y cánones intra-eclesiales. Sólo lo encontraremos revisando honestamente nuestra actitud frente al hermano necesitado -sin importar raza, nacionalidad, cultura o religión…-.

Con esto delante tendremos que preguntarnos si en todo este largo proceso electoral el grueso de nuestra iglesia católica -pastores, religiosas, sacerdotes y laicos- ha estado del lado de ese pueblo ubicado en el mapa del Perú Pobre o defendiendo los intereses y postulados del otro Perú. Y no podemos justificarnos con retorcidos argumentos teóricos. Al final se nos exigía definirnos, con unos o con otros… Y tenemos que reconocer que humilde y tristemente, un gran sector de nuestra iglesia ha estado apoyando y poniendo “su influencia y su poder” al servicio de los poderosos. No justifica el “temor al comunismo ateo” (que inculcó esa iglesia sumándose a los poderosos). Mucho peor cuando del otro lado había signos más que evidentes de corrupción, injusticia y búsqueda de la opresión. Historias presentes y pasadas muy claramente manchadas.

Humildemente tendremos que reconocer que “la iglesia oficial” -los obispos- en ningún momento lograron un solo pronunciamiento en el que defendieran claramente el derecho de ese pueblo pobre, a expresar su palabra y su voto; prefirieron aparentar “unidad”. Tristemente -por supuesto, con honrosas excepciones- ese pueblo pobre, la mayoría católico, se sintió huérfano del apoyo de sus pastores, cuando no acosado por el miedo y por la abierta propaganda partidaria de algunos obispos, sacerdotes, religiosas y connotados laicos a favor de los poderosos de turno.

El Buen samaritano -sin ser judío, como se supone era el herido- no pidió DNI ni ningún tipo de identidad al necesitado, simplemente le bastó con ver que lo necesitaba y lo ayudó en todo lo que estaba a su mano. Las palabras finales de Jesús al rabino que provocó la parábola son categóricas: “Vete y haz tu lo mismo”. Obligadas las preguntas: ¿Quiénes eran esta vez los verdaderos necesitados, los caídos al borde del camino? ¿Qué hemos hecho -cada uno de los católicos y como Iglesia- durante este proceso? No cabe duda que de ello tendremos que dar cuenta (Mt 25,31,ss).

El gobierno, las autoridades electorales y el pueblo

Solo una palabra final de reconocimiento al actual gobierno de transición. Mostró imparcialidad y coherencia en el rol que le correspondía a pesar de las presiones y los abiertos ataques de Keiko y sus partidarios. Muy particularmente el presidente Sagasti, la primera ministra Violeta Bermúdez, e, incluso la actual presidenta del Congreso, Mirtha Vásquez (que lo tuvo mucho más complicado). Sus oídos escucharon el “llamado a los cuarteles y el sonido de los sables”, es cierto, pero mostraron sabiduría y firmeza.

Y agradecemos su paciencia y que no “pisaran el palito” a pesar de que muchos hubiéramos querido mayor celeridad y “mano dura” para resolver el entrampe. Creemos sinceramente que el mantener esa paciencia y tesón, acentuando el proceso de vacunación tan necesario, es un mérito que todos deberíamos reconocer.

A la altura estuvieron siempre las autoridades electorales, sobre todo la ONPE y el JNE. No era fácil para ellos mantenerse imparciales hasta ver concluido el proceso. Con sabiduría y con tino llegaron al final colocando el listón bien alto. Les debemos gratitud.

De igual manera reconocemos el que los partidarios de P. Castillo (salvo insignificantes excepciones) tampoco “pisaran el palito” que permanentemente les colocaba la oposición. Para nadie era un secreto que era uno de sus objetivos: provocar la violencia popular, generar caos en la capital y el país y así justificar el pedido de anular las elecciones. Afortunadamente reconocemos un gesto de madurez del pueblo peruano.

Y así llegamos a este día, repetimos, casi sin tiempo material para realizar la transferencia de gobierno antes del 28 como está establecido. Nos queda desear que celebremos, sí, festivamente (cuanto el coronavirus nos permita) el Bicentenario de nuestra independencia y, dejando de lado egoísmos e ideologías contrarias, nos aboquemos a la construcción de un Perú más igualitario, más fraterno y más solidario como -sin duda- la gran mayoría desea. A todos se nos llama a una sincera conversión en favor de los pobres de este país, que siguen siendo la mayoría.

*Sacerdote de la Diócesis de Lurín



Una respuesta a “Elecciones en Perú: un balance”

  1. Rosario Valdeavellano dice:

    GRACIAS POR ESTA EXCELENTE HOMILÏA!!!

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