Por José María Rojo García

Lo hemos repetido hasta la saciedad. Pero me parece que no acabamos de asimilarlo. Afrontamos distintas alternativas políticas, unas más originales que otras, pero me parece que casi siempre termina viéndosenos el plumero. Muchas han quedado detrás y algunas siguen para adelante. Ahora está en marcha la de “Sagasti”.

Por su papel en esa especie de “gobierno de transición a lo Paniagua” valdría la pena que fuera más pensada y no se sí seguida. En cualquier caso, me temo que adolece de la falta de eso tan elemental que dice el título de la nota, que antes que iniciar ninguna propuesta es necesario tomar primero la medicina apropiada.

Cuando gana las elecciones P. Castillo -limpiamente, aunque la oposición, de la forma más absurda, trató por todos los medios de enlodarlo-, muchos tuvimos la impresión de que, después de mucho tiempo, “se había puesto al Perú primero”. Pasan las semanas y los meses y nos damos cuenta de que no, de que, otra vez, había por medio otros intereses más importantes que los del país.

Estaban muy claros en la oposición (¿encabezada por K. Fujimori?) a la que no le interesaba sino tratar de tumbar a quien les había humillado electoralmente. Ninguno de los graves problemas que afrontaba el país -ni siquiera la pandemia- les hacía doler una uña ¡nada! Desde el primer día el objetivo número uno era tumbar a Castillo.

Muy pronto también se vieron claros en el propio partido de P. Castillo, Perú Libre, que no solo trató de colocar sus piezas en el tablero de ajedrez (comenzando por el premier Bellido) sino que terminó aliándose con el fujimorismo, en vergonzosas estrategias por “su” poder. Pocos podrían esperar que se les colgara un cartel como el que ya ni nos choca: el “Fujicerronismo”.

Claros también en el Congreso -y en su presidenta, Mª del Carmen Alva- que, con menos de 25 % de aprobación popular se atreven a querer vacar al presidente por supuesta “permanente incapacidad moral” (¿no estaría primero el que trataran por todos los medios de llegar, al menos, al 50 % de aprobación?).

Por supuesto, que el presidente Castillo nos da muchas más de arena que de cal. Por supuesto que, como él ha admitido, ni estaba preparado ni había soñado con ser presidente. Pero, ¿es que teníamos alguna otra alternativa mejor a la vista? Desde luego que, ni entre los candidatos ni entre los actuales que levantan la cresta, teníamos otra mejor.

Uno no se explica todo lo anterior a no ser diciendo claramente que para las principales fuerzas en el país “el Perú no está primero”, ni con mucho. Que hemos tenido algunas posibilidades, sí; pero las hemos ido quemando a medida destacaban un poco. Por desgracia, habrá que temer mucho si no estaremos ante el chiste -¡o no chiste!- de los camarones peruanos que jalan para abajo, para el balde a todo aquel que pretende destacar y subir…

Puede que tengamos alguna otra opción con nuevas elecciones (propuesta de Sagasti), puede que permitamos que algún camarón suba y salga del balde (será pedir mucho que lo empujemos hacia arriba).  Pero ello necesariamente pasa porque pongamos al “Perú primero”, porque dejemos de lado intereses bastardos y nos centremos en los graves problemas que tenemos como país y que todos los sabemos: la pandemia y sus efectos para comenzar, la salud, la educación, el empleo, las infraestructuras…

Sin engañarnos ni endulzarnos con nada, ni siquiera con el mundial (si es que logramos clasificarnos). O ponemos por delante al Perú de las mayorías, sí las que eligieron y pusieron sus esperanzas en P. Castillo, o paso a paso seguiremos hundiéndonos en el foso.

¿Que tenemos recursos humanos y materiales para afrontarlo? Por supuesto que sí. El Coronavirus nos contagió esos otros dos virus que ya conocíamos, el egoísmo y el individualismo. ¡Estamos a tiempo y conocemos la medicina!



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