¿Cuáles son las características de la catedral de Lima?

Cuáles son las características de la Catedral de Lima

La catedral de Lima corona la Plaza Mayor desde 1535, cuando Francisco Pizarro colocó la primera piedra. Ese edificio inicial de adobe y madera dio paso a la obra que conocemos hoy, fruto de más de dos siglos de construcciones, derrumbes por sismos y renovaciones. Cada arco, cada retablo y cada cripta subterránea responde a una historia de fe y poder que aún late bajo sus muros.

Índice

Un pedazo de historia viva

La elevación de la capilla mayor al rango de catedral llegó en 1541 por bula de Paulo III, apenas seis años tras la fundación de Lima. La estructura primigenia fue reemplazada gradualmente hasta 1797, año en que se concluyeron las últimas obras neoclásicas. Esa sucesión de manos—Francisco de Becerra, Juan Martínez de Arrona y otros arquitectos—modeló un templo híbrido donde conviven renacimiento, barroco y neoclásico.

Patrimonio Cultural de la Nación desde 1972 y parte del Centro Histórico de Lima declarado Patrimonio de la Humanidad en 1991 por la UNESCO, la catedral no es solo un monumento: es un testimonio vivo de la Colonia. Visitantes pueden consultar detalles de su evolución en el sitio del Ministerio de Cultura del Perú (https://www.gob.pe/cultura).

La mezcla de estilos arquitectónicos en su fachada

La portada principal, conocida como puerta del Perdón, se exhibe en piedra con ornamentación plateresca que recuerda a los maestros españoles del siglo XVI. Las columnas acanaladas y los capiteles corintios enmarcan nichos con figuras de los doce apóstoles, rodeando la imagen de Cristo salvador.

Campanarios de pizarra y ladrillo se alzan a ambos lados, trazando líneas neoclásicas que contrastan con la trama renacentista del cuerpo central. Cuando el terremoto de 1746 derribó gran parte de la torre, nuevos diseños importados de la escuela escurialense y del norte de Europa dieron forma a sus chapiteles, hoy testigos mudos de aquel desastre.

Materiales y técnicas constructivas

Difícil imaginar que un templo de semejante envergadura mantenga su equilibrio frente a réplicas constantes. Madera traída de Panamá y caña nicaragüense actúa como amortiguador en el techo, sosteniendo bóvedas nervadas de crucería que recrean un “cielo estrellado” de madera y estuco.

Muros de cal y canto, gruesos hasta un metro en algunos tramos, se alternan con muros de ladrillo cocido. Técnicas de entablado —tablas largas clavadas— y la inclusión de maderas flexibles permitieron que la iglesia resistiera el embate de sismos severos.

El interior como testigo de devoción y arte

Al traspasar la puerta principal, luce una planta de salón rectangular que imita a la catedral de Sevilla. Tres naves se extienden hacia el altar mayor, flanqueadas por catorce capillas laterales que guardan retablos, lienzos virreinales y esculturas coloniales.

La nave central mide casi 60 metros de longitud. Bóvedas góticas de crucería sostienen el aire del templo sin apelotonar el peso en las columnas. Por ejemplo, cada nervadura converge en clave de bóveda donde se aprecia tallado en yeso, un detalle tan delicado como frágil.

Altares y capillas laterales

Retablos barrocos, con pan de oro y policromía intensa, muestran escenas como el Descendimiento de Cristo o el martirio de San Sebastián. Capilla de la Virgen del Coro, una de las más antiguas, conserva vitrales traídos de Europa y un púlpito labrado por Pedro de Noguera en el siglo XVII.

Coro y sillería

La sillería del coro, esplendor de talla rococó y renacentista, alberga 53 tallas de santos y santas. Trabajada en cedro, su disposición ecléctica sorprende por la variedad de rostros y motivos vegetales. Detrás del coro, un contrapúlpito remata en filigranas de mármol belga, regalo de la restauración a inicios de 1900.

Espacios subterráneos y criptas

Pasadizos frente al altar mayor conducen a criptas selladas hasta 2024. Allí descansan arzobispos, virreyes y hasta el propio Francisco Pizarro, cuyo cráneo fue identificado gracias a análisis de carbono 14 y estudios forenses.

Nichos de mármol con puertas de hierro forjado guardan restos que datan del siglo XVI. Cinco pozos de hasta diez metros de profundidad funcionan como osarios y contrarrestan movimientos telúricos, práctica antisísmica heredada de la ingeniería virreinal.

Obras de arte y tesoros sacros

El Museo de Arte Religioso, instalado en la antigua sacristía, exhibe cálices de plata dorada, custodias de filigrana y lienzos de la Escuela Quiteña. Una de las piezas más valiosas es un facsímil de la primera Biblia impresa en el Virreinato, custodiada bajo vitrinas antibalas.

También destacan reliquias de san Juan Apóstol, patrón de la catedral, y fragmentos de tela bordada con hilos de oro, confeccionados por cofradías limeñas en el siglo XVIII. Quienes consulten la colección encontrarán memoria de artesanos cuya dedicación rivaló con la de los talleres españoles.

Conservación y restauración

Cada proyecto de restauración pasa por el visto bueno del Instituto Nacional de Cultura y la Dirección de Patrimonio Cultural. Técnicos evalúan humedad, movimientos de asiento y riesgos químicos antes de introducir morteros o consolidar maderas.

La última intervención (2018–2022) incluyó monitoreo sísmico en tiempo real, cámaras de humedad y drones para revisar grietas en cornisa. Herramientas digitales permiten estudiar el subsuelo sin romper muros, acercando ciencia avanzada a un edificio de casi 500 años.

Tabla comparativa de sus rasgos más destacados

rasgodetalle principal
estilos arquitectónicosrenacentista, barroco, neoclásico
materialescal y canto, ladrillo, madera de Panamá, caña de Nicaragua
naves y bóvedastres naves, crucerías góticas de madera y estuco
retablos y silleríabarrocos con pan de oro; coro tallado en cedro y mármol belga
criptas y osariosrestos de virreyes, arzobispos y Francisco Pizarro; pozos antisísmicos
conservaciónrestauraciones con monitoreo sísmico, análisis de humedad y escaneo digital

La catedral de Lima se asienta como joya arquitectónica y custodia de historias donde poder e historia convergen. Cada piedra, talla y cripta suman facetas de un relato que sigue hablando después de casi cinco siglos.

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